
Campeche, —En medio de un intenso calor que superó los 41 grados centígrados, con una sensación térmica de hasta 46, Eduardo Santillán, candidato a ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, realizó una visita a la Ciudad de Campeche como parte de su recorrido nacional para dialogar con la ciudadanía en torno a la reforma del Poder Judicial. En sus palabras, ni el clima extremo impidió que la calidez humana de las y los campechanos se hiciera sentir con fuerza.
“La temperatura es alta, pero es mucho mayor la calidez de las y los campechanos, quienes tienen una gran esperanza de que la reforma del Poder Judicial y la elección de personas juzgadoras construyan una justicia cercana a la gente y que trabaje en favor del pueblo”, expresó Santillán ante asistentes, líderes comunitarios y representantes de la sociedad civil que lo acompañaron durante su recorrido.
El aspirante a ministro sostuvo que México se encuentra en un punto de inflexión en la historia judicial del país. En ese sentido, insistió en que el pueblo debe ser el eje rector del nuevo modelo de justicia que se construya, dejando atrás estructuras opacas o alejadas de la realidad social. “La justicia no puede seguir siendo una estructura lejana ni un privilegio de unos cuantos. El pueblo tiene derecho a jueces y juezas que lo escuchen, lo entiendan y trabajen para él”, afirmó.
Santillán ha defendido abiertamente la necesidad de una transformación profunda del sistema judicial, respaldando una reforma que incluya la participación directa de la ciudadanía en la elección de ministros, magistrados y jueces. Para él, el acceso a una justicia imparcial, eficaz y humana no puede depender de intereses de élite, sino del mandato popular y de un compromiso ético claro con los derechos y necesidades del pueblo.
Durante su estancia en Campeche, Eduardo Santillán tuvo la oportunidad de conversar con ciudadanos, escuchar sus preocupaciones y recoger propuestas relacionadas con el acceso a la justicia, la corrupción judicial y la falta de cercanía entre las instituciones y la gente. En todas las conversaciones —señaló— quedó clara una demanda constante: que la Suprema Corte deje de ser un espacio ajeno al pueblo y se convierta en una institución verdaderamente representativa y comprometida.
“Campeche nos deja una enseñanza poderosa: hay esperanza, hay claridad y hay exigencia. La gente quiere una Corte distinta, con rostro humano, que escuche, que actúe y que garantice justicia real. Y eso sólo será posible si quienes la integran tienen compromiso, sensibilidad y vocación de servicio”, concluyó.