Sidney, Australia — En medio del evento AIIMS Creator Hub 2025, un grupo de creadores de contenido digital autodenominados “influencers” anunció la creación del primer Síndicato de Influencers de Australia, movimiento que ha generado controversia por sus exigencias laborales y su amenaza de cesar toda publicación digital si no se les otorgan derechos como trabajadores formales.

La influencer Verónica B, una de las figuras más visibles del colectivo, encabezó el anuncio con un encendido discurso: “Estoy harta de que nos traten como si fuéramos una broma. ¿Cómo sabrían dónde comer o cómo maquillarse si no estuviéramos nosotros?”. La frase, acompañada de su llegada en un lujoso Rolls-Royce al recinto, desató críticas por la aparente desconexión con la realidad laboral de millones de personas.

El naciente sindicato exige ser reconocido como gremio laboral y solicita condiciones como seguridad social, pago mínimo por colaboración, vacaciones pagadas, contratos formales y protección ante despidos injustificados. De no obtener respuesta, amenazaron con una “huelga digital”, lo que implicaría dejar de generar contenido, reseñas, transmisiones en vivo y campañas pagadas en redes.

A esta iniciativa se sumaron otras influencers como Jasmin Mitwali y Dani Russell, quienes fueron aún más polémicas al comparar su labor con profesiones esenciales. “Es más difícil ser influencer que ser médico o maestro. Nadie valora nuestro trabajo”, declaró Mitwali, lo que generó oleadas de indignación en redes sociales y medios internacionales.

La amenaza de una paralización masiva de contenido ha abierto el debate sobre la profesionalización del trabajo digital. Si bien la industria de los creadores de contenido representa millones en ingresos para marcas y plataformas, aún no existe una regulación clara que les otorgue derechos laborales.

Las reacciones han sido divididas: mientras algunos aplauden el intento de formalización de este sector emergente, otros consideran que las declaraciones de sus líderes han caído en la frivolidad y la desconexión social.

Hasta el momento, ni plataformas como Instagram, TikTok o YouTube ni autoridades laborales se han pronunciado oficialmente sobre el tema.

La huelga digital, de concretarse, podría marcar un precedente global en la industria del contenido digital y plantear nuevas preguntas sobre los límites entre fama, trabajo y derechos.

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